Comte Dracula (2014)






Français

Guido Crepax (1933-2003) a été découvert en France, dans les années 1970, par Wolinski, alors rédacteur en chef de Charlie mensuel : " J'ai tout de suite admiré Crepax... Son dessin était unique, ses femmes magnifiques et sa formation d'architecte le faisait presque basculer du côté du design. " Ses adaptations de la littérature érotique l'ont rendu aussitôt célèbre : Justine ou les malheurs de la vertu de Sade, Emmanuelle d'Emmanuelle Arsan, La Vénus à la fourrure de Sacher-Masoch, ou Histoire d'O de Pauline Réage préfacé par Barthes et Robbe-Grillet. Son esthétique, son graphisme, devaient marquer son époque au point que certains critiques ont comparé la mise en scène de ses images aux films de la nouvelle vague des années 1960. Guido Crepax " le Raphaël de la bande dessinée. " l'auteur de la célébrissime série Valentina, s'est intéressé encore à de grands classiques de la littérature mondiale dont l'incontournable Comte Dracula de Bram Stoker ou le Frankenstein de Mary Shelley, qui sera son dernier album édité en 2002. Avec Dracula et Frankenstein, Crépax dessine la figure sensuelle et jamais innocente du monstre, c'est l'onirisme, la science fiction et la fantasy (thèmes omniprésents dans son oeuvre) qui sont au coeur de ces adaptations, deux chef-d'oeuvres présentés en un volume.

Español


Es posible que este siglo sea de los muertos vivientes, al menos lo que llevamos de él, pero el siglo XX fue, sin discusión, de los no-muertos, o sea: los vampiros. Drácula fue uno de los personajes más queridos por el cine (junto a Jesucristo y Sherlock Holmes) y, en estos días de zozobra, sus descendientes aún protagonizan films tan memorables como Déjame entrar (Tomas Alfredson, 2008, sobre la novela de John Ajvide Lindqvist). Y en los tebeos, Mina sigue dando guerra en las páginas de The League of Extraordinary Gentlemen, de la mano de Alan Moore y Kevin O’Neill, y el propio conde se dio un garbeo por Planetary, de Warren Ellis y John Cassaday, ambos piezas fundamentales del presente siglo. Pero para qué insistir, si la semana pasada el compañero Daniel Gavilán dedicó a estos entrañables chupasangres un apasionante artículo con motivo de la vuelta al ruedo de Morbius, el vampiro de la Marvel. Así que vayamos a lo que nos ocupa. Como es bien sabido, Drácula (1897) fue el pasaporte a la inmortalidad del irlandés Bram Stoker (1847-1912), que aprovechó leyendas tradicionales (el mito del vampiro, presente en todas las culturas desde el principio de los tiempos) y resonancias históricas (el infame Vlad Tepes, conocido como el empalador, a quien el guionista Robin Wood y el dibujante Alberto Salinas dedicaron la muy recomendable Drácula) para perfilar el modelo definitivo de estas sanguinarias criaturas. Y eso que muchas de las características principales ya quedaron apuntadas, por ejemplo, en Carmilla (1872), extenso cuento de Sheridan Le Fanu. Pero el conde transilvano gozó desde el principio de una popularidad envidiable, gracias probablemente a la adaptación teatral que el propio Stoker hizo para retener los derechos sobre su creación y que fue la base de las primeras (y tempranas) versiones cinematográficas. Sea como fuere, este ente espectral ha ejercido una singular fascinación sobre millones de personas, incluidos algunos de los más conspicuos talentos del siglo XX.